Se ruega hacer silencio
Grandes primeros segundos preparan al espectador para ver La campana. La vista acompaña la primacía del oído y sentimos la adrenalina de Nahuel. Los latidos se confunden con las zancadas del personaje en la corrida infernal y todo se funde en el vertiginoso paso del tren. Y hasta acá nada puede suponerse. Nada es evidente. Pero a medida que van corriendo los cortos y suficientes minutos la historia toma forma, al igual que ¨las evidencias¨. El robo mecánico de objetos, aparentemente, sin ningún valor o entretiene a estos dos adolescentes, o los hace escapar de alguna cuestión de fondo que no llegamos a conocer. Y, que de hecho, no es importante. De cualquier manera, la sensación de soledad como causal se siente y resuena en nuestras cabezas como campanadas. La repetición de las mismas acciones realizadas por los personajes marca el ritmo, dibujando un agradable movimiento ondulatorio. Levanta para caer y luego volver a levantar para volver a caer y así hasta el final. La campana mantiene la cadencia y la armonía, pero se quiebra con la voz. Hasta ese momento la directora nos había deleitado con varios fundidos encadenados no ya visuales sino auditivos, y tal vez la falla esté en ese punto. La voz irrumpe sin aviso en la imagen y no la completa, sino que crea un vacío innecesario en ella. Y después de esta ruptura es difícil recomponerse. Quizá haya sido la intención de marcar el punto del que ya no hay vuelta atrás. Si existió esa intencionalidad, lamentablemente, no logró ese efecto y sino el de sacarme de la historia. De todas formas, y mas allá del rápido crecimiento del pelo de Nahuel durante la corrida al muelle (cosa que imagino debe haber fastidiado bastante al continuista), La campana no deja de ser un gran primer corto.
Mariné F. Gianni
1 comentarios:
Top 3 de las críticas. Perfecta.
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