Entrevista a Marcos Vieytes, nuevo integrante del jurado del décimosexto Festival Cievyc Cine ’09. Estuvo a cargo de ver y puntuar los cortometrajes de tercer año.
A continuación comparte con nosotros su experiencia y qué impresiones le ha dejado.
¿Cómo fue tu primera experiencia en el festival?¿Es la primera vez que participás como jurado?
Esta no fue mi primera experiencia en un festival. Participé como jurado del FEESALP (Festival de Artes Audiovisuales de
Me tocó ver los de tercer año, que son una buena cantidad. Lo primero que tengo para decir es que si me dicen que tengo que ver cortos me gustaría que sean cortos; el tema tiempo me parece muy importante. Hay cortos de 15 minutos que pueden parecer breves y otros de 4 que pueden parecer insoportables. Pero en líneas generales, mientras más sintético me parece mejor. De los cortos de tercer año los que más me gustaron fueron los más sintéticos, aquellos que no exceden los cinco, seis minutos de duración.
Observé en los cortos de tercero dos tendencias: algunos se inclinan por ser más narrativos, con algún caso cercano al género, y otros se acercan más a la estética del cine moderno. Me refiero fundamentalmente a
Como no conozco a quienes lo realizaron puedo sonar antipático a priori, pero hay algo que me chocó. Si se empieza con un corto y en los primeros minutos se acumulan citas cinéfilas o signos que son como carteles: “RESNAIS; DURAS; LACAN”, ya se predispone al espectador a ver un material que está a la altura de esos nombres. Es estratégicamente una mala decisión porque la mente del espectador va a trazar una asociación continua con la imagen que está viendo y los referentes que se les da. Generalmente se sale perdiendo de esa comparación.
Hay otros que no se ponen un listón tan alto desde el comienzo y que no le tiran al espectador esa fuente, entonces uno se dispone a una situación crítica menos prejuiciosa. No es que uno los juzgue de manera más benevolente, sino que uno puede tratar de descubrir por sí mismo por dónde van, qué quisieron hacer, cuáles fueron sus influencias o simplemente entregarse al goce que ofrecen las imágenes. En los otros cortos uno está obligado desde el principio a tejer asociaciones muy precisas, muy puntuales, te acotan las posibilidades de descubrimiento. Te encasillan a leer la película como ellos quieran y corren riesgo de no estar a la altura. En líneas generales esta es la situación con la que me encontré.
¿Qué diferencia importante notaste en comparación entre ambas experiencias como jurado?
Principalmente que en los otros juzgaba largometrajes. Pero la mayor diferencia es el criterio de evaluación. En mis otras experiencias tenía que elegir los tres largos que más me gustaban en orden de primera, segunda y tercera posición. Ahí había una selección; extraía lo que más me gustaba. Acá uno tiene que puntuar a todos los cortos del uno al diez. Lo cual te obliga (al menos a mí) a otorgar puntuaciones muy altas a los que más te gustan y muy bajas a los que menos, si votás pensando en que tus favoritos deberían ganar. Con lo cual uno termina no siendo del todo justo.
Un jurado vota para sostener un criterio, y para que ese criterio sea premiado. En los otros festivales uno podía discutir con otros jurados, comparar. Acá somos muchos, y no se puede poner de acuerdo a treinta y tres jurados.
¿Pudiste charlar con alguno de los jurados? ¿Coincidieron en algo visto?
Por casualidad, estando en el Festival de Mar del Plata, pude charlar con Marcela Pietragalla, que es docente en la carrera de Guión, y vimos los cortos justo cuando viajamos al festival. Hubo cortos que desde lo argumental no me gustaron y sin embargo ella, desde la posición de guionista y realizadora, observaba otras características (técnicas) que podían darles un puntaje mayor. Ella tenía un punto de vista más puntal, más preciso. Yo vengo del lado de la crítica, y se tiene todo metido dentro de una misma bolsa; tuve la tendencia a evaluar el conjunto. Por ejemplo, hubo un corto que me pareció técnicamente uno de los más interesantes que se llama Señor López. Técnicamente estaba buenísimo, unos encuadres de pantalla ancha… muy buenos. Yo estaba pidiendo que me guste porque era uno de los más largos. Pero finalmente la resolución me pareció pavorosa.
Pero tiene momentos esplendorosos, como los que tienen lugar en el cabaret, y de eso hablábamos con Marcela. Su percepción era otra, porque a pesar de que tampoco le gustaba la resolución, esos aspectos técnicos le parecían mucho más importantes y la llevaban a rescatarlo, cuando a mí me llevaba a bajar la nota al analizarlo en su conjunto.
¿Notaste algunas fallas (o cosas buenas) que se repiten entre la mayoría de los cortos?
Es complicado, hay que generar una visión del conjunto. Por lo general, se hace evidente que narrar, en los términos convencionales, no le interesa a la mayoría; pero eso no es una falla sino una característica.
Hay pocos cortos de género, en general el acercamiento es a través de lo que se llamó cine de autor o cine moderno. Me imagino que debe ser algo natural viniendo de una escuela de cine, lo que queda explícito en el corto es que hay alguien haciéndolo. Es la técnica cinematográfica, por más que este en un proceso de aprendizaje, la que salta a la vista. Aquella premisa clásica de que el espectador no sienta la presencia de la cámara hoy ya no corre, ni en líneas generales. Eso no significa que sea una falla pero yo particularmente lo siento como una carencia, porque no me parece un detalle menor saber narrar con fluidez. Para mí eso significa que el director sabe utilizar elementos claves como la elipsis, el punto de vista, sin ostentarlo. Es más, creo que primero tiene que aprenderse la narración clásica para que después la trasgresión tenga sentido.
También tengo la sensación de que en general los cortos evidencian la conciencia, en parte, de los directores del lenguaje cinematográfico. Entonces pasan al corto la conciencia de lenguaje que ellos tienen. Pero en realidad es alguien que esta aprendiendo a narrar; yo tomo una cámara no hago ni el diez por ciento de lo que hacen ellos. Igual me hubiera gustado que en conjunto hubiera cortos que narraran un poco más, o que las referencias cinéfilas fueran más amplias, la mayoría va a
En uno de los cortos que más me gusta, Golem, el uso de los colores habla de que el director vio o tiene una conciencia somera sobre el cine de terror europeo de los sesenta. Por las dos gamas de colores que usa hace recordar mucho a Mario Bava y al esplendor del Giallo italiano; desconozco si los ha visto o lo heredó de otro lado pero por lo menos, tuvo ganas de utilizar otras referencias cinéfilas.
También vi algunos cortos costumbristas. El costumbrismo descansa sobre una operación muy básica: que el espectador reconozca lo que esta viendo, “Uy mira el barrio tal, uy mira la esquina aquella”… pero justamente creo que al hacer ese planteo el costumbrismo juega con el realismo pero no deja de ser una ficción. Tal vez es la más falsa de las ficciones en el sentido moral, porque se cree que poniendo la cámara y utilizando referentes cercanos se hace una operación interesante y es la operación más falsa de todas. Es como las malas novelas. Cuando uno ve los diálogos amorosos tales como “te quiero, te amo”. El discurso amoroso no se puede representar al menos que se haga literatura, que se trabaje, y con la realidad más cotidiana pasa lo mismo.
Lo que me llamó mucho la atención y me pareció negativo es el elogio a la muerte que aparece en un par de cortos, en uno en particular ligado a la religión. Trabajar con la poesía de lo horrendo está bien, pero eso es simplemente una apología de la muerte horrible.
Otra cosa que puedo mencionar es que un director de cortos no tiene porque ser un buen escritor. Con ser un buen lector alcanza, pero algo q puede predisponer mal a alguien que está viendo un corto es un mal título. Un ejemplo es anteponer el adjetivo al sustantivo, porque genera una cierta sensación poética que en realidad obra en contra de lo que se está proponiendo. A veces el mal título se corresponde con un mal corto y en otras ocasiones no. Eco decía que el título no tenía que decir demasiado, porque así genera un enigma.
Lo que quiero decir es que el título es una cosa muy importante, tan importante que creo que el director tendría que pensarlo mucho. Dialogar con los participantes, o simplemente acercarse a un profesor que esté más relacionado con el área literaria; eso ayudaría mucho.
¿Viste algún director o corto que hayas sentido muy fallido; un corto que no estuvo bueno pero que sientas que hay materia prima para trabajar?
Sólo porque quizás lo mencioné, el del Señor López… hay encuadres y un juego con las prostitutas del cabaret de provincia venido abajo, hay algo con la iluminación y los cortes del montaje que están muy buenos. Quizás no hubiera reparado tanto si no lo hubiera conversado con Mariela.
Aparte de Golem me gustó mucho Échenle Sal, de Sonia Bertotti. También cabe destacar
La falla siempre dice más que el logro, en esa falla veo algo, hay una brutalidad en el mejor sentido de la palabra, un pozo de donde puede salir algo interesante. En el plano final volvemos al plano inicial de la casa vista de la vereda de enfrente y hay un muchacho en la vereda. La postura del cuerpo de ese muchacho es extraña, pero de ahí proviene una emoción muy grande. Es una sola imagen, pero se siente que el tipo dejó el alma en lo que hizo. Capaz es un fake y me lo comí todo. Ese plano final logra transmitir emoción; así que la respuesta a tu pregunta, donde veo “materia prima para trabajar”, sería en Marcelo Scoccia, en el corto La Mía Casa.
Entrevista realizada por Germán González Sosa, Nicolás Ponisio y M. Sol Salaberría, (alumnos de 2º año de Crítica y Periodismo)
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