El laberinto de Jonás, de Pablo Gargiulo, con Juan Privitera y Cecilia Cabrera,
El fauno y la ballena
En
Pero Jonás podría ser la excepción. A pesar de ser un esclavo más, comenzará a despertarse demostrando que no es como sus compañeros de trabajo. Él es un ser vivo. Es más, podría ser un fauno en su laberinto. Un ser natural que está en contacto con la naturaleza (una planta que esconde bajo su escritorio) y que despierta a una mujer (su compañera de trabajo) para acompañarla fuera de ese mundo. Así como Ofelia en el film de Del Toro entraba al mundo soñado del palacio lleno de colores vivos, lo mismo se da con estos personajes: paralizan la empresa y los tonos opacos de la fotografía pasan a ser colores vivos que explotan en la mirada acompañados por el desfile y el cabello en ralentí de la joven que seduce a Jonás.
El protagonista pasa de ser devorado por la empresa a ser devorado por la fantasía, por el amor. Y en esta ocasión la ballena encolerizada pierde la lucha y es abandonada en ese océano industrial muy lejos de donde Jonás y su compañera están.
Nicolás Ponisio
(Alumno de 2° año de la carrera de Crítica y Periodismo)
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