Cobertura del BAFICI 2009: Entrevista a Esteban Schmidt : “El BAFICI tiene que ser muy popular, muy.”



“Ojo que no soy crítico de cine, no lo quiero ser, no me gusta hablar de lo que no sé” dijo. Así que fuimos y le hicimos una entrevista. Esteban Schmidt escribe habitualmente en www.bonk.com.ar/tp, militó en el radicalismo durante los 80, luego trabajó como periodista para Página/12 y publicó en la revista Rolling Stone. La aparición de su libro The Palermo Manifesto motivó una nota y una entrevista en El Amante/Cine a pesar de no decir una palabra sobre cine. Cada vez que habla, escribe o dialoga sobre cualquier tema deja la sensación de haber visto algo más, de haberle dado una vuelta que los demás no dieron, con una avasallante conciencia de su propio tiempo y, a la vez, una conciencia de la cotidianeidad que lo diferencia de la mayor parte de los escritores, periodistas o sociólogos que circulan en los medios.


Nosotros: ¿Cómo es tu relación con el BAFICI? ¿Fuiste siempre espectador? ¿Trabajaste ahí o lo cubriste?

Esteban: Siempre como espectador, desde el primero que se hizo. Dos años me acredité para escribir algo para Los Trabajos Prácticos, pero no como crítico de cine, más bien para registrar el hecho social. Alguna vez escribí sobre algunas películas como para recomendarlas así, sacado, o para sacarme la leche por alguna estafa.

N: ¿Te acordás de alguna?

E: Y, estafas…, las de Pere Portabella. Yo no las entendí mucho, seguramente. O el año pasado dieron unas que era un ñato leyendo discursos o deposiciones ante la justicia que hicieron algunos personajes. Eso era toda la película. Con un par de planos distintos, pero sólo eso y se suponía que era genial. Prefiero que me pases el discurso y leerlo yo tranquilo en mi casa. Y muy contento me puso una peli que vi hace varios baficis. Se llamaba Rien sur Robert. Pero, como te decía, fui todos los años, antes veía más películas, eso sí. Ahora ya no veo tantas, porque hay muchas que proyectan que capaz ya las vi bajadas por internet. Ya no es solamente el festival el lugar donde se puede ver lo que no es mainstream. Y la verdad es que las películas ya no me entretienen como antes. No porque sean peores, sino porque a lo mejor yo soy peor espectador. O un espectador más solemne, un tipo que mira más cómo lo hacen que qué es lo que hacen. Un goce como más académico que requiere consecuentemente de algunas comodidades, como la del hogar, y no estar corriendo de sala en sala.

N: ¿Y qué usás como entretenimiento?

E: Las series, creo. A las series las veo un poco más como entretenimiento. Pero igual mi entretenimiento entretenimiento es el deporte, el tenis.

N: ¿Cómo ves al BAFICI?

E: El BAFICI es una de las pocas cosas que en este país funcionan y nos hacen sentir que aún no somos Paraguay, con toooooooodo respeto por el país vecino, pero supongo que me captás la idea. Tenés la posibilidad de ver buenas películas. El promedio de la selección entre documentales, dramas y comedias y cortos y musicales hace una diferencia. Los chicos van y tienen acceso a textos audiovisuales que son muy formativos. Por lo tanto eleva el piso cultural, formativo, de las distintas generaciones que pasan por ahí. Son, en definitiva, mejor educadas y cuanto mejor formación tiene una población, mejor calidad tiene la vida comunitaria. Lo ves en cualquier experiencia mínima. En mi edificio cuando tenés que hablar con la gente por cualquier problema del consorcio, aunque sea cambiar una lamparita, es totalmente distinto hacerlo con alguien universitario que con alguien que no lo es. Aunque haya ido un año, hacer un año del CBC ya te cambia, sube el nivel de la conversación y la posibilidad de un acuerdo. CBC + BAFICI ya es primer mundo. Por eso el gran desafío de este festival es que no se cristalice como experiencia única de los sectores medio urbanos de alto nivel socio económico.

N: Pero ¿no pensás que también hay mucho alrededor del BAFICI? Gente que en realidad no le gusta el cine, que va a hacer sociales o caretaje. Vos hablás de algunos de estos personajes en tu artículo en Bonk.com.ar/tp. La cuestión de los anteojitos, del patio del Abasto donde todos nos encontramos y competimos para ver quién vio más películas…

E: Sí, yo ironizo un poco con eso en el artículo ese, pero no es lo más importante. Uno siempre ve deformes a los demás y visto desde cierta experiencia de vida, desde cierta madurez, los personajes que se sacan las zapatillas, los que se ríen para que se los escuche reír, qué sé yo, pueden dar una vergüenza, pero que ni en pedo yo enfatizaría en eso, al menos, no lo haría ahora. Los más jóvenes tienen que hacer sus ritos de pasaje al mundo de los adultos de alguna manera. La sobreactuación es parte de ir ensayando un personaje con el que vivirán el resto de sus vidas. Luego ajustarán, algunos se volverán unas mierdas de personas, lo que vemos siempre. Mierdas tal vez silenciosas, que no sobreactúan nada. Pero más allá de eso, los chicos ven las películas, esas películas pasan a ser parte de su capital cultural. Me parece bastante mejor que aprender a ser adulto con actividades más autodestructivas. Está todo mezclado, no podés separar tan claramente a quién le gusta el cine realmente y a quién le gusta ir a hacer sociales, no existe esa separación, siempre está todo junto. Están las dos cosas y es normal. Yo fui hace unas semanas al Fashion Week, otro evento anual, consolidado y popular, para ver qué había ahí. Y ahí sí no hay más que una socialización banal. Con poquísimo valor agregado. Y esas nenas que van, también tienen sus uniformes de fashion week, como los pibes del BAFICI tienen su uniforme BAFICI. Van con tacos, usan minis, se pintan como puertas y son flacas al borde la inanición. Pensá en chicas imitando la anorexia de las modelos, contra otras que a lo mejor le copian los anteojos a Lucrecia Martel.

N: En tu libro, The Palermo Manifesto, criticás al Festival Buen Día pero ahí sí hay algo, hay una movida atrás. Es un espacio para bandas de música nuevas…

E: Sí, es cierto. Es que el libro es ficción, el que dice eso es el narrador. Muchas veces se dicen cosas para justificar una frase que me gustó, se arma todo una estructura alrededor para decir una sola cosa, es todo una excusa para decir eso. A mi me gusta la frase “todos los argentinos nos merecemos un barco, bla, bla” y puedo escribir un capítulo entero sólo para meter esa frase, para justificarla. No quiere decir que yo piense que todos los argentinos nos merecemos un barco, obvio que no todos nos merecemos un barco. En realidad qué me importa. Pero me gustó la frase y le tengo que dar un contexto.

N: En tu libro se habla mucho de una derrota, de esa sensación en el comienzo de la democracia de que había una posibilidad de hacer un país parecido al que imaginamos y de como todo eso se dilapidó. También hablás de una minoría esclarecida, los dos mil o tres mil que valen la pena, la ultra minoría. Cuando decís que el BAFICI es algo bueno ¿lo pensás como bueno porque es un espacio para esos pocos? Si es así ¿por qué sería bueno que vaya cada vez más gente? ¿no sería preferible que se mantenga oculto? O pensás que es algo bueno para el país por decirlo de alguna manera, que puede ser un punto de partida para algo.

E: Por dios, no. Esa minoría del libro no quiere su reproducción como minoría, ni su ascenso en tanto tal, a costa de las mayorías. Sólo define un nosotros con el que el narrador del libro habla. El BAFICI tiene que ser muy popular, muy. La política cultural tiene que integrar a todo el mundo, dar y dar. Por eso en aquel artículo de los trabajos prácticos yo decía lo de llevar el BAFICI al sur de la ciudad.

N: ¿Pero no perdería económicamente? ¿Iría alguien?

E: Bueno, el festival no tiene la pretensión de ganar dinero. Arranquemos de ahí. Ni a los macristas más liberales se les debe haber ocurrido. Y seguramente irían menos personas de alto NES porque hay que desplazarse por la ciudad y ya, por mejor voluntad que se tenga, hay una ruptura de los circuitos urbanas que la gente que vive en el norte hace. Pero que se pueden compensar por los nuevos espectadores de la zona sur. Que aunque sean pocos, no importa. Si vos lográs que alguna gente pase a probar cómo le queda el BAFICI, ya está.

N: O sea que hay espacio para mejorar, que esa derrota no significa que todo dé lo mismo.

E: Siempre hay cosas importantes para hacer. Algunas son muy difíciles, el estado burocrático y discriminador conspira contra las políticas democratizadoras. Pero en fin. Si uno empuja, otro empuja. Siempre pueden pasar cosas buenas si se pone garra.

N: En la entrevista en la revista El Amante/Cine decís esto de que uno piensa que el país debería tener un presidente como Alfonsín y un primer ministro como Caputo y que todo lo que está corrido de esa situación es patológico. Es como la religión que piensa que todo es una malformación de algo que alguna vez será perfecto, cuando en realidad lo único que hay es toda esta imperfección.

E: Bueno, yo critico esa especie de pensamiento congelado que tenemos algunos, por momentos. Esa cosa de que lo deseable sería un combo Alfonsín-Caputo. Porque es como infantil el razonamiento de que si no es como me gusta, me pongo a llorar. Y las cosas no son como nos gustan. Por lo tanto, la inversión de tiempo que se haga, el gasto material e intelectual debe contemplar la rareza, lo extraño, lo que nos es ajeno.

Entrevista: Ignacio Izaguirre y Soledad Bianchi

2 comentarios:

Roger dijo...

muy buena la entrevista de Schmidt, siempre pensando en términos políticos y estéticos al mismo tiempo, algo difícil de lograr.

Y con el agregado de que Schmidt estaba en un día amable.

Santino dijo...

La decisión del BAFICI de adecuarse a las condiciones de posibilidad de un festival en la ciudad (los cines están en las zonas ricas) quizás fue la única posibilidad de lograr que existiera, pero es una herramienta más por la que se perpetúa la desigualdad de esta sociedad.

Esa ambiguedad es la que en sus 11 años no pudo trascender el festival. Ni, ya que estamos, el cine argentino que apoya.