Cobertura del BAFICI 2009: El Baile del Destino


Dirección: Matías Piñeiro

Guión: Matías Piñeiro

Fotografía: Fernando Lockett

Montaje Delina Castagnino

Producción: Iván Granovsky, Lionel Braverman, María del Carmen Fernández Montes, Pablo Chernov

Con: Romina Paula, María Villar, Julia Martínez Rubio

País: Argentina

El baile de cintas es una alegoría del destino a través del enjullo del tejedor. Este poste central sujeta en su copa las cintas, que serán trenzadas sobre el como imágenes del devenir. El poste central es, como Árbol de la Vida, el eje al que se sujetan los bailarines mediante una cinta que no es otra cosa que el cordón umbilical. La danza, circular como la misma vida, obliga a los danzantes a cruzarse a derecha e izquierda en un juego en el que las cintas dibujan un tejido alrededor del poste central. El cruzar alterno significaría que en la vida, todos somos obstáculo, unos para otros. Al evitarse en sus encuentros frontales, los bailarines van construyendo su destino. Cuando la danza llega al cénit, todo el grupo mira en sentido contrario al de comienzo. Es la plenitud. Desde ahí, los cruces se inician en sentido contrario, destejiendo lo tejido. La danza inicia su descenso en un caminar que la llevará al ocaso. Al llegar a su fin, el círculo de danzantes se encuentra en la posición inicial, momento en el que el símbolo queda proyectado. La mano suelta la cinta, imagen de unión umbilical a la vida, y un nuevo estado se abre paso. Como alegoría de la vida, la danza ha terminado, por lo que el ocaso y la muerte se adueñan del baile y los bailarines.

Kafe Antzokia, Pas de Basque

Todos mienten, afirmación que tiene, irónicamente, todo de verdadero. Una tautología contradictoria, si la hay. Dibujar una historia partiendo de la sombra de cada personaje es describir el misterio desde lo profundo, sin develarlo. Pasar por el fuego sin quemarse y salir transformado. Como una piel de serpiente enigmática a la que se le abandona porque estorba a lo nuevo.

Helena y sus amigos, 4 chicos y 4 chicas, pasan unos días encerrados en una casa vieja, llena de puertas y habitaciones que parecen interminables. Donde detrás de cada placard puede estar escondido alguien, o algo. Helena es sin duda la persona más fuerte del grupo. Según reza la leyenda, ella sería una tataranieta no reconocida de Sarmiento. Según la tradición/maldición familiar, el padre muere nacida la última hija mujer. A Helena le toca su turno, y parece estar poniendo a prueba a cada uno de los integrantes, sobre todo a los chicos. Se besa con todos, se pone la ropa de todos, crea el caos, y siempre, el misterio.

Como la de Troya, podría ser una Helena que lleva a la guerra a los hombres. Como una Penélope, urde su trama, teje y desteje, a fin de que nadie sepa nunca a quien elige. La Helena fuerte, destruirá al tirano. JMR, como le llaman, es también tataranieto de Rosas, y en sus ademanes exhibe un despotismo propio de la leyenda que le antecede.

Los miembros de este grupo están leyendo el pasado continuamente: diarios de viajes de Sarmiento, cartas, documentos. Hay cierto retornar al pasado para cabalgar hacia un futuro que parece determinado. “Una vez más, se despidieron jurando no volver a encontrarse” –leen. Helena sabe bien cómo va a terminar y esto es lo que no puede controlar, pero sí puede decidir cómo jugar las cartas que tiene en mano. Cartas de reinas que representan a esas hijas del fuego, 4 mujeres fuertes, singulares, dominantes y en control de la situación. Un alto contraste con los hombres, que a modo muy básico saben que algo sucede con Helena, pero por más que lo intentan, no llegan a conocer todo.

En un trabajo donde hasta los errores son bien aprovechados -esa escena donde Helena y Mónica encienden un petardo y a Mónica se le enciende el pelo, y se ríen-, Todos mienten nos mantiene en movimiento, nos invita a entrar en el juego de las simulaciones. Helena y las demás chicas, encarnan todos los mitos, por eso no es extraño que Helena misma se cree uno. Y aunque no lo sea, poco importa. La mujer que urde es suficiente mujer para ser mito. Es Ariadna y su hilo salvador del grupo de jóvenes que se encamina ha ser devorados por el minotauro. Hilo al cual se le da una punta al espectador, para dejarle ser quien recorra el camino, quien ingrese al laberinto de puertas que se abren y se cierran, siempre con sorpresas antes o después. Para llegar hasta la salida.

Nadie dijo que las salidas conduzcan a la salvación, ni mucho menos a la gloria. La salida es una puerta a lo que sigue, y en todo momento, a la posibilidad.

Todos mienten es posible. Posible en el mejor sentido de la palabra.

Norya García

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