Hace cinco años, el guionista Charlie Kaufman y el director Michel Gondry se unían para crear la posibilidad de hacer desaparecer los recuerdos dolorosos en Eternal Sunshine of the Spotless Mind a través de la ciencia médica y la tecnología. Esa máquina a la cual ingresaba Joel Barish (Jim Carrey) para olvidar a Clementine (Kate Winslet) evolucionó. De semejarse a un secador de pelo de peluquería pasó a convertirse en una resonancia magnética para que las personas puedan quitarse, literalmente, el alma. El conejillo de indias esta vez es Paul Giamatti interpretándose a si mismo en Cold Souls (Sophie Barthes, 2009).
La originalidad fìlmica y de guión que estaba constantemente en el film de Gondry, no se hace presente en esta película. La historia de Barthes entretiene y posee momentos muy divertidos (siempre gracias a la actuación de Giamatti) pero el espectador que haya visto Eternal Sunshine… no puede dejar de pensar en las similitudes que tienen ambos films.
Barthes no sólo trabaja con una invención futurista que aliviana la angustia y el dolor sino que también plantea la idea de no poder vivir sin sufrimiento. Resalta que con la ausencia de recuerdos… perdón, del alma, el dolor es aún mayor. Y que sin ese sentimiento característico del ser humano, no son frías las almas, sino las personas.
Nicolás Ponisio.
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