SEGUNDA PARTE:
¿Nos podrías comentar algo de las películas las internacionales? ¿O hay algún tipo de restricción?
De ésas se puede hablar. Ayer [miércoles 18] me dijeron que se agotó una función de FilmeFobia (Kiko Goifman), que es una película brasilera que creo que va a ser una sensación, va a ser muy comentada, un éxito clavado. Es una película muy canchera de un director brasilero que hasta ahora había filmado documentales. Ésta parece un documental pero no lo es, es de esos cruces. Hay mucho cine latinoamericano muy potente, muchas películas chilenas como La nana (Sebastián Silva), que es bastante sorprendente, de hecho ganó en Sundance. Yo la vi en un work in progress en un festival y me pareció que tenia mucho potencial, pero no pensé que iba a tener tanto éxito. O también Tony Manero (Pablo Larraín), otra chilena que se llama Mami te amo (Elisa Eliash), Tiempos malos que es de Cristian Sánchez y trata de mafiosos chilenos, que a mí me encanta, pero no sé si a todo el mundo le va a gustar.
Quintín en Otros Cines propuso eliminar la selección internacional…
Sí, pero después en un comentario a su propia nota, Quintín planteaba que, por ejemplo, habló con el productor de Aquel querido mes de agosto (Miguel Gomes) - que fue su película favorita del año pasado- ¡y le dijo que quería venir a la competencia! Entonces, la competencia no sé si está bien o mal. A mí me gusta la idea de una competencia, pero más allá de eso, es una cuestión práctica. Muchas veces necesitás la competencia como gancho para que la película se pueda programar, venga el director, etc… Me parece que el propio Quintín se da cuenta de que tiene otro valor, que no es solamente “la estructura del festival” el armar las competencias, sino que tiene que ver con un atractivo que tiene el BAFICI para muchos productores y directores. Yo la dejaría por eso. La competencia internacional le hace bien al festival, permite tener películas que de otra manera a veces no se podrían conseguir.
¿Tu mirada hacia el BAFICI, varía de acuerdo a tu rol como crítico cinematográfico y como parte de la organización? ¿Son miradas que se mezclan, se conjugan, se chocan entre sí?
En los primeros años, mi mirada era más la del crítico/espectador, escribía para Sin Aliento (el diario del BAFICI), hacía algunas críticas y veía más películas. Pero en los últimos tres o cuatro años apenas pude ver las películas un rato. En el ‘99 y el 2000 sí era crítico/espectador y estaba acreditado como periodista. Pero ahora, si hay algún problema con la programación de las salas tengo que ir a ocuparme de eso, ajustar detalles, estar en presentaciones. Hay cosas que no eran tan cruciales años anteriores y ahora se volvieron importantes: por ejemplo, tener un listado bien armado de qué subtítulos tiene la copia de proyección. Todas las películas se dan con subtítulos en español, pero hay tantos extranjeros en Buenos Aires que ya está preguntando sobre si películas habladas en francés o alemán tenían subtítulos en inglés en la copia. Eso antes era un dato que se tenía en cuenta para las películas en competencia por los jurados internacionales, pero ahora te preguntan por todas las películas. De ese tipo de cosas hay que ocuparse, porque si el festival adquiere una proyección más internacional estas son las cosas que hay que cuidar… hay que ajustar cada vez más detalles. En el BAFICI estoy en la organización, ya no estoy como espectador/crítico.
¿El crítico y programador pueden escindirse totalmente?
No sé si totalmente pero se trata de ponerse en otro lugar. Hay películas que se piensan pero se sabe que no son del perfil del festival. No es lo mismo el gusto que el trabajo de programador. Tiene que ver, pero no puede ser la condición definitoria.
Retomando la primera pregunta y en cuanto a la dirección artística, ¿vos creés que el BAFICI tiene una identidad propia que no varía a lo largo de los directores y programadores?
Me es muy difícil verlo desde adentro. Entre el primer y segundo festival - del que era más observador del fenómeno-, podía ver las virtudes y los defectos claramente. Entre el segundo y el tercero hubo una notoria diferencia, una explosión, ya que el tercero tuvo muchísimas películas. Con Quintín subió a 300 en el 2001. El festival creció, pero se mantiene en aproximadamente 400 títulos. En general no hay grandes cambios con los directores con los que trabajé como programador, hay una saludable tendencia a que el equipo de programadores trabaje como tal, hay una apertura para que las películas que no le gusten al director puedan estar ahí igual porque a algunos programadores opinaron que sí era título “pertinente”.
Dentro del equipo de programadores se ven tendencias definidas. ¿Se confía ciegamente en el gusto personalizado del otro programador?
Cuando se es programador se trabaja como programador y no como crítico. Hay películas que las veo como crítico y no me gustan, pero como programador creo que son del perfil del festival. Hay cosas muy prácticas y materiales que bajan la idea de grupo-que-discute-sobre-
2 comentarios:
Portafús, ¡jugate un poco más con las respuestas!
Siempre es un placer leer o escuchar algo tuyo javier...
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