Hitchcock, un director que siempre creó basándose en la reacción del espectador, fue quien finalmente nos hizo protagonistas, depositándonos dentro de la pantalla de La Ventana Indiscreta (1954). Esta vez, la estrella está atenazada a una butaca gracias a una pierna rota e impotente, suda la gota gorda con el suspenso de Hitchcock, mientras en el edificio de enfrente la vida y la muerte de sus vecinos se despliega como en la pantalla.
Pero lo que hace que el cine de voyeurs tenga una intimidad excesiva con el espectador, es que mientras nuestra mirada acompaña fascinada a la del voyeur no somos sólo testigos, sino cómplices de un acto censurado socialmente, clasificado como una perversión, pero que podemos disfrutar con total impunidad en la acogedora oscuridad de la sala de cine.
1 comentarios:
El voyeur es la escencia del cine. Desde aquellos cortos de Edison, el espectador siemper fue educando su deseo de mirar.
Publicar un comentario